Der folgende Text ist Teil unseres Dossiers zu internationalen Perspektiven und Solidarität in der Corona-Krise.
Statement von Jordí (Chile)
In Chile erinnern wir uns jeden 18. des Monats an den politischen Aufstand, der am 18. Oktober 2019 begann, ein Datum, an dem der Wunsch zu leben geweckt wurde und das Glück um die Barrikaden herum verweilte. Die Zeit verging, der Straßenwiderstand wurde Tag für Tag aufrechterhalten und übertraf die Erwartungen des hoffnungsvollsten Revolutionärs. Der März kam als ein wichtiger Monat für den Aufstand, es gab viele Aufrufe zu nationalen Märschen und Streiks. Anfang dieses Monats erfuhren wir etwas über ein Virus in Europa. Innerhalb weniger Wochen traten die ersten Fälle in den wohlhabenden Vierteln der Hauptstadt und bei europäischen Touristen im Süden Chiles auf.
Eine der ersten Maßnahmen, die mit der Quarantäne einherging, war die Verhängung einer landesweiten Ausgangssperre, die dazu führte, dass das Militär auf die Straße ging. Ausgangssperren in der Nacht und am frühen Morgen versprachen eine wirksame Maßnahme zur Eindämmung der Fälle von Covid zu sein, zusammen mit der militärischen Propaganda einer Armee, die der Bevölkerung helfen würde. Aber worin? Das wissen wir immer noch nicht. Nur um die soziale Ordnung aufrechtzuerhalten, was bedeutet, dass sie uns daran hindern, die Reichen zu töten und ihre Geschäfte im Zorn zu verbrennen, für ihre Verantwortungslosigkeit, Flugzeuge zu ihren Sommerhäusern zu fliegen, um die Quarantäne dort zu verbringen, dafür, dass sie unsere Mütter zwingen, in ihren Häusern als Dienerinnen zu arbeiten, und dafür, dass sie unsere Compañerxs ohne Bezahlung oder Entschädigung aus ihren Geschäften entlassen haben.
Die Pandemie verschärfte alle strukturellen Probleme, die der Aufstand in jedem Aufruf und Banner kritisierte. Die Ungleichheit spiegelte sich in den ersten Toten wider, sie waren weder reich noch europäisch, sie waren (und sind) arm. Die Unzulänglichkeit des öffentlichen Gesundheitssystems und sein frühzeitiger Zusammenbruch verursachen Unsicherheit über unsere nahe Zukunft. Machismo und Fälle häuslicher Gewalt machen das Zuhause zu einem gefährlichen Raum. Die Arbeitslosigkeit wird von der Regierung normalisiert und kommt den Banken und Unternehmen zugute, indem sie „KMU“ [kleine und mittlere Unternehmen] und Großunternehmen Darlehen mit 0% Zinsen gewährt, während die Armen mit einem „Covid-Bonus“ gedemütigt werden (50.000 chilenische Pesos, 58 Dollar). Dieser reicht nicht aus, um eine kleine Familie eine Woche lang zu ernähren, und verschuldet arme Familien, zu Bankkrediten, die den Zinssatz Tag für Tag erhöhen. Heute kommt der Tod auf uns zu und drängt sich uns mit seiner ganzen Normalität auf.
Obwohl Individualismus, Verzweiflung und Angst die Schlagzeilen sind, die die Medien zu vermitteln versuchen, gibt es spontanen Widerstand. Antimilitärische (Mikro-)Praktiken prägen den Widerstand im alltäglichen Leben, kleine Gruppen sind hinausgegangen, um die Straßen zu reinigen und zu desinfizieren, einige im Namen der “primera línea” [Erste Reihe in den Protesten], andere im Namen der revolutionären Radfahrer*innen, einige in den Mikros (Bussen), andere in der U-Bahn, alle versuchen, der Bevölkerung zu helfen: „Die Bevölkerung hilft sich selbst“. Auf den Gratis-Märkten geben einige Verkäufer*innen Gemüse an ältere Menschen ab und die Großeltern helfen mit ihrer geringen Rente anderen Gleichaltrigen. Gegenseitige Unterstützung, auch wenn sie nicht normal ist, ist eine Praxis, an die wir Armen gewöhnt sind – wir wissen, wie wir teilen können, und hier finden wir unsere Mikro-Politik.
Abschließend möchte ich eine Überlegung teilen: Die Zukunft ist ungewiss, Ökonom*innen und Philosoph*innen mit Nostradamus-Allüren wie Chul Han oder Zizek sind darüber besorgt, wir leben in der Gegenwart und fürchten den Tod, unsere einzige Waffe ist gegenseitige Unterstützung und Widerstand, unsere einzige Ideologie ist die direkte Aktion, darin finden wir uns als Bevölkerung wieder, wir bekräftigen unsere Existenz als politische Subjekte.
Gesundheit und Anarchie, ein Amigx aus der Zentralregion Chiles.
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Cuando más queríamos vivir la muerte se nos acerca
Los 18 de cada mes en Chile recordamos la revuelta política que inició el 18 de octubre del 2019 una fecha donde despertaron las ganas de vivir, la felicidad se quedó alrededor de las barricadas. El tiempo fue pasando y la resistencia callejera se mantuvo día a día, superando las expectativas del revolucionario más esperanzado. Marzo llegaba como un mes importante para la revuelta, había una gran cantidad de convocatorias a marchas y paros nacionales. A inicios de este mes sabíamos algo de un virus en Europa, pero en semanas ya se presentaban los primeros casos en los barrios adinerados de la capital y en turistas europeos en el sur de Chile.
Una de las primeras medidas que acompañaron la cuarentena fue la declaración de toque de queda a lo largo de todo el país, lo cual determinó la salida de los militares a la calle. Toques de queda durante la noche y la madrugada prometían ser una medida efectiva para disminuir los casos de Covid, junto a una propaganda militar de un ejército que ayudaría a la población ¿En qué?, aun no lo sabemos, solo mantener el orden social, lo que se traduce en evitar que matemos a los ricos y quememos sus empresas con rabia, por su irresponsabilidad de viajar en aviones a sus casas de veraneo para pasar la cuarentena, por obligar a trabajar a nuestras madres dentro de sus casas como sirvientas, y por despedir a nuestrxs compañerxs de sus empresas sin salario ni reparaciones económicos.
La pandemia agudizó todos los problemas estructurales que la revuelta reclamaba en cada grito y pancarta, la desigualdad se reflejó en los primeros muertos, no eran ni ricos, ni europeos, eran (y son) pobres. La insuficiencia del sistema de salud púbico y su pronto colapso genera incertidumbre de nuestro futuro próximo, el machismo y los casos de violencia intrafamiliar hacen del hogar un espacio inseguro, la cesantía es normalizada por parte del gobierno y beneficia a los bancos y empresas entregando créditos con 0% de interés a la “pymes” y grandes empresas, mientras que los pobres somos humillados con un “bono Covid” (50.000 pesos chilenos, 58 dólares) el cual no alcanza para alimentar a una familia pequeña por una semana, condenando a las familias pobres a la deuda, a los créditos bancarios que aumentan la tasa de intereses día tras día. Hoy la muerte se nos acerca, nos empujan a ella, con su normalidad segura.
Si bien el individualismo, la desesperación y el miedo han sido las sensaciones que buscan transmitir los medios de comunicación, existen resistencia espontanea, practicas micro, anti militares han caracterizado la resistencias en la cotidianidad, pequeños grupos han salido a limpiar y desinfectar las calles, algunos en nombre de la primera línea, otros en nombre de la revolución ciclista, algunos en las micros (buses), otro en el metro, todos buscando ayudar a su gente “El pueblo ayuda al pueblo”. Por otra parte, en las ferias libres algunos vendedores regalan verduras a la gente de tercera edad, y abuelos con su poco dinero de pensionados ayudan a otros de su misma edad. El apoyo mutuo si bien no es lo normal, es una práctica que los pobres acostumbramos, sabemos compartir y es aquí donde encontramos nuestra micropolítica.
Por último, como me gustaría compartir una reflexión, el futuro es incierto, de él se preocupan los economistas y los filósofos con aires de Nostradamus como Chul Han o Zizek, nosotros vivimos el presente y tememos a la muerte, nuestra única arma es el apoyo mutuo y la resistencia, nuestra única ideología es la acción directa, en esta nos encontramos como pueblo, reafirmamos nuestra existencia como personas políticas.
Salud y anarquía, un amigx desde la región central de Chile.